Si en el siglo III, Aureliano estableció el 25 de diciembre como fiesta de Natalis Solis Invicti; en la segunda mitad del siglo XX, el señor Mercado (con la complicidad de las iglesias) instauró el 25 de diciembre como la celebración demencial de la consumopatia global, en nombre de Dios.Seguir leyendo “Por qué me niego a celebrar Navidad”→
La pandemia no nos silenció aún. Sigamos cultivando las ideas desde nuestros huertos
En uno de mis últimos tránsitos inevitables por la polifacética ciudad de Guatemala, irrumpí en la presentación de un libro titulado, Una nación llamada Guatemala.
El único comentarista del libro, Presidente de una Fundación Cultural (de uno de los bancos más importantes del país), ex Ministro de Cultura y Deporte, durante el gobierno de Álvaro Arzú, al comentar la obra de su amigo y ex Viceministro reiteró: “La gente dice que Guatemala es país multicultural. Yo siempre sostengo que somos un país intercultural. Aquí queremos a nuestros indígenas, (…)”.
La actual entropía existencial que como humanidad nos embarga, es fruto de la errada autoconciencia de superioridad/centralidad humana en relación al resto de la comunidad cósmica.
Embriagados por nuestro antropocentrismo, y obnubilados por el espejismo de la modernidad ilusoria, naufragamos en el mar del sin sentido, destruyendo las cadenas de todos los ciclos de la vida, hasta llegar casi al punto de no retorno.
En la retórica de la intelectualidad se asume que los pueblos indígenas u originarios de Abya Yala, y del resto del mundo, tenemos únicamente cosmovisiones y Occidente tiene filosofía.
Es muy común oír a indígenas (profesionales o no) repetir con aires de orgullo sobre la cosmovisión de sus pueblos, como la máxima construcción intelectual y espiritual de sus ancestros. Pero, ¿sabrán para qué y quiénes acuñaron el concepto de cosmovisión? ¿Sabrán que al asumir/apropiarse de tal constructo “naturalizan” el racismo integral que tanto nos daña?