
Con este raciocinio ritual, los pueblos indígenas, encontramos la manera de aceptar y convivir con la “muerte” sin mayores sobresaltos, ni desesperos. El o la indígena, no muere, ni desaparece. Quien fallece, renace y construye las historias inconclusas de sus pueblos desde dimensiones cósmicas, en interacción permanente con los “vivos”. Nadie nace para morir. Nacemos para renacer.
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