
Con el advenimiento de la posmodernidad, los “elementos” de las identidades indígenas fueron utilizados, tanto por los regentes de los estados criollos, como por los agentes empresariales del sistema neoliberal, como “amuletos” para distraer y desactivar las históricas resistencias de los pueblos indígenas.
Como nunca antes, los performances ceremoniosos como el Inti Raymi (fiesta del Sol), en el Perú, o el de Rabin Ajaw (Hija del Rey), en Guatemala, son difundidos y vendidos como los “ancestrales rituales” intangibles más codiciados para la industria del turismo.
Rabin Ajaw y el Gobierno norteamericano

El gobierno norteamericano, después de la II Guerra Mundial, envió a sus antropólogos a diferentes países del mundo con la finalidad de “estudiar a los pueblos” y construir una narrativa etnográfica digerible y eficiente para sus intereses geopolíticos. Así fue cómo se construyeron significados de “etnia”, “folclor”, etc., con fuerte carga ideológica distractiva y despectiva.
Las universidades, centros de investigación y ONG se encargaron de socializar dichos conceptos como benignos para los pueblos. Y, lograron folclorizar y etnificar las históricas luchas indígenas. Así, las luchas políticas fueron convertidas en luchas culturalistas.
En la década de los 60 del pasado siglo, se inventó en Guatemala la “la ancestral” ceremonia llamada Rabin Ajaw (Hija del Rey). Esta ceremonia consiste en la selección y coronación de una joven maya como Reina (de un reino inexistente). Esta es la máxima fiesta folclórica maya, con la mayor participación estridente de la muchachada maya. En dicha fiesta confluyen organizaciones folclóricas mayas, autoridades estatales y promotores extranjeros.
En la reciente coronación de Rabin Ajaw, 2019, estuvo presente, como invitado de honor, el Embajador de los EEUU. La Reina 2019-2020 es nada menos que una joven que proviene del Municipio Cahabón, Alta Verapaz, el territorio indígena más empobrecido y avasallado por las empresas extranjeras en la región. Pero, en dicha ceremonia espectacular nada de estos problemas se mencionó. Más por el contrario, la presencia del Embajador fue celebrada como una “bendición divina”.
Aunque, al día siguiente de la ceremonia de la coronación, las jovencitas mayas, incluida la Reina, debieron volver al trabajo doméstico para seguir limpiando y cocinando en las casas patronales en las ciudades, en condiciones laborales de semi esclavitud. El trabajo doméstico servidumbral es el nicho laboral reservado para jóvenes y mujeres mayas en Guatemala.
¿Cuál es la finalidad de las ceremonias folclóricas?
Rabin Ajaw, y otros folclorismo indígenas, cumplen la función de legitimar el culturalismo apolítico en las comunidades indígenas, y así evitar el despertar de la conciencia emancipatoria indígena. En esas y otras ceremonias jamás se abordarán los problemas estructurales de los pueblos.
Están diseñadas para fijar en el inconsciente de las jovencitas mayas la idea de: “si quieren ser Reina, deben portarse bien”. Esto significa ser obedientes, sumisas, respetar la “tradición”. De este modo, el folclor, la religión y la escuela, se complementan en la configuración de la consciencia colonizada del indígena.
En esos eventos se afianza, mucho más, la idea sobre la benignidad/bondad del verdugo. El Ministro, el Presidente o el Embajador presente es asumido como el Rey (papá) que corona a su hija… Así, las víctimas y sobrevivientes mayas a los resientes holocaustos/despojos se sienten “queridos” por sus malhechores.
¿Y el silencio de los y las defensoras de la milenaria “identidad” maya?
El culturalismo y el folclorismo, en países como Guatemala, se ha convertido en un “medio vida” para las y los indigenistas. En especial para los y las profesionales/consultores mayas en el tercer sector. Criticar y repeler el culturalismo requiere de muchas agallas. Uno o una tiene que estar dispuesto a hacer frente a los ataques mediáticos y bullying laboral.
Además, el culturalismo les permite cierto grado de confort, espacios/aplausos en escenarios nacionales e internacionales. Es más cool vestir algún atuendo “indígena” y manejar una retórica agradable para los oídos del colonizador y de los colonizados, que decirle sus verdades al verdugo y a su nefasto sistema hegemónico.