
“Este Comité no descansará hasta ver tras las rejas a estas bestias humanas, indignas de ser llamados ciudadanos. Colonos que muerden la mano a la tierra que les abre los brazos para que salgan de la pobreza, y pagarán esta tamaña afrenta”, expresó enérgico Calvo entre aplausos de la asamblea en Santa Cruz, el 11 de agosto reciente.
Para nadie, con mediada sensibilidad histórica, es novedad que el racismo es el hermano siamés del bicentenario Estado criollo boliviano. Designio perverso que la narrativa del Estado Plurinacional no pudo redimir.
Este mal constitutivo de las repúblicas criollas y ciudadanías colonizadas es tan profundo y normalizado que incluso la subalternidad racializada se resiste a reconocerla.
Cuando la racistocracia ejecutó el Golpe de Estado el 10N pasado, perpetraron las dos masacres de indígenas movilizados contra el Golpe, deshonraron simbologías indígenas, criminalizaron a defensores indígenas, croatizaron el Estado Plurinacional…. Muy a pesar de ello, aún había bolivian@s que negaban el carácter racista del Golpe de Estado…
En los últimos días, ante las acciones de protestas de los sectores rurales del país exigiendo la renuncia del gobierno de facto, y ante la “inacción” de las fuerzas del orden para despejar los caminos obstruidos, el Presidente del Comité Cívico del Departamento de Santa Cruz, Rómulo Calvo (voz oficial de la oligarquía cruceña), confesó expresamente lo que “los buenos modales” les inhibe a los sectores de las clases medias y a la oligarquía republicana.
“Bestias humanas indignas de ser llamados ciudadanos”

“Este Comité no descansará hasta ver tras las rejas a estas bestias humanas, indignas de ser llamados ciudadanos. Colonos que muerden la mano a la tierra que les abre los brazos para que salgan de la pobreza, y pagarán esta tamaña afrenta”, expresó enérgico Calvo entre aplausos de la asamblea en Santa Cruz, el 11 de agosto reciente.
Estas frases grafican en buena medida las convicciones, la calidad intelectual y espiritual de la oligarquía boliviana y de los sectores de clases medias tradicionales. Habla del rancio racismo biológico que les habita.
Para ellos, el 70 u 80% de la población boliviana son bestias porque por su desobediencia no reúnen la cualidad del “indio bueno”, dócil a sus caprichos inmorales. Esas bestias, por ejercer su derecho a la protesta, son indignos de ser llamados ciudadanos. Es decir, la ciudadanía es sólo obligaciones/docilidad, nunca ejercicios de derechos.
Según Rómulo Calvo, quien físicamente no tiene ni apariencia de blanco europeo, ni aspecto croata, mucho menos indígena, las y los bolivianos no son ciudadanos, sino colonos. Y, como colonos permitidos en las fincas patronales, no deben morder la mano bienhechora del patrón que les permite “salir de la pobreza”.
Y, como en las películas de la Edad, Calvo, gesticulando sus labios gruesos y nariz inflamada, concluye su arenga patronal: “pagarán esta tamaña afrenta”.
Esta confesión antropológica del patrón trasnochado, lejos de ganar adeptos a la causa señorial, develó la constitución ontológica de la bestia blancoide.
Ningún ser humano que niega la condición humana del otro puede ser un ser humano. Sólo las bestias, por carecer del logos, son incapaces de reconocer/expresar la dignidad de sus semejantes. En este sentido, la bestia es quien trata de bestia a los otros.
Rómulo Calvo, al igual que sus congéneres pigmentados, no es ni blanco, ni indígena. Es una mezcla que padece una crónica anomia identitaria. Y muy a pesar que estudió medicina en Universidad evangélica, se quedó atrasado en el racismo biológico cuando sus “referentes”, después del hitlerismo, evolucionaron ya al racismo cultural.
Esta es la bestialidad que perpetró el Golpe de Estado y busca perpetuarse en poder para convertir a toda Bolivia en una piara de bestias de carga. Pero, muy a pesar de los deseos y dineros mal habidos de los patrones bestias, la conciencia humana boliviana despierta desde lugares históricos e insospechados derrochando dignidad y humanidad.