“Si se salva mi mano, entonces, sabrán mi nombre”

Sobrevivientes buscan a sus seres queridos luego del bombardeo. Internet

Sobrevivientes al genocidio en Gaza-Palestina envían un video al mundo mostrando sus nombres escritos en la palma de sus manos, anunciado: “Si se salva mi mano, entonces, sabrán mi nombre”.

Desgarrador imaginar lo que vive aquel pueblo hospitalario cuyo único pecado fue acoger como a “huéspedes”, en una parte de su territorio, a los criminales sionistas que hoy, como ayer, los masacran sin clemencia.

El exterminio que ejecuta el “pueblo elegido por Dios” no consiste sólo en matar palestinos, sino desaparecer los cuerpos, triturarlos, mezclarlos con la tierra y el cemento, para que no queden rastros. Para que no quede evidencia de cuerpos asesinados. Ésta es la finalidad de la letal táctica del bombardeo indiscriminado contra un pueblo que no cuenta, ni con ejército, ni con un Estado que los defienda o proteja.

En esta situación límite, las y los sobrevivientes en Gaza recurren a dejar una seña de su identidad en la palma de sus manos, antes que el resto de sus cuerpos sean triturados y mezclados con los escombros de sus cazas y edificios. Lo hacen porque Israel se niega a reconocer que está matando palestinos.

La Asamblea de las Naciones Unidas, cómplice de este genocidio israelínorteamericano, con 120 votos a favor, acaba de aprobar una resolución estableciendo la “tregua inmediata y permanente en Palestina”, pero ni Israel, ni Estados Unidos se dieron por enterados.

Y lo más vergonzoso, países cuyas poblaciones sufrieron genocidios, incluso con armamento y táctica militar israelínorteamericana, como es el caso de Guatemala, votaron en contra de dicha tregua en la ONU.

El genocidio que se ejecuta en Palestina, en vivo y en directo para el mundo entero, es una constatación que la tan cacareada modernidad y su democracia representativa no son más que herramientas de dominación de las élites abusivas sobre toda la humanidad indefensa ante la barbarie.

La suerte de Palestina nos devela nuestra condición de salvajes indolentes que en algún momento alardeamos nuestra evolución o condición cultural como especie humana, superior al resto de las especies.

Gaza no sólo nos interpela como especie con auto consciencia y eticidad, sino que, al igual que los otros dos holocaustos ejecutados por los pueblos elegidos de Europa (contra los pueblos de Abya Yala y contra judíos), nos devela que aún no hemos salido de las cavernas.

 

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