Por eso en estas elecciones, como tampoco en el pasado, el sistema neoliberal, ni el imperialismo en Guatemala, son asuntos de debate, ni por los partidos políticos socialdemócratas, la izquierda, mucho menos por la derecha.
Con dichas insignias de poder (títulos y consultorías), los indigenistas reingresan a las comunidades y pueblos indígenas en resistencia para anunciar el mensaje salvífico del nuevo adoctrinamiento: “Nosotros como auténticas comunidades indígenas, no debemos meternos en política. No necesitamos participar/disputar el poder político nacional… Somos apolíticos. No somos de ni de la derecha, ni de la izquierda. Somos seres superiores. Estamos por encima de la política”.
La estigmatización y criminalización de la protesta social, por parte de la élite político empresarial tradicional y emergente, fue y es una constante tan antigua como la Colonia y la condición de la colonialidad subsistente en Guatemala.
Mientras las y los indígenas “académicos” nos agotemos exigiendo un “puesto” en “la academia occidental” para ser los nuevos doctrineros, no pasaremos de ser los nuevos “caporales” o “capataces” culturales para la sostenibilidad de la hegemonía cultural de la colonización.
En la retórica de la intelectualidad se asume que los pueblos indígenas u originarios de Abya Yala, y del resto del mundo, tenemos únicamente cosmovisiones y Occidente tiene filosofía.
Es muy común oír a indígenas (profesionales o no) repetir con aires de orgullo sobre la cosmovisión de sus pueblos, como la máxima construcción intelectual y espiritual de sus ancestros. Pero, ¿sabrán para qué y quiénes acuñaron el concepto de cosmovisión? ¿Sabrán que al asumir/apropiarse de tal constructo “naturalizan” el racismo integral que tanto nos daña?