
A un siglo de su nacimiento, la figura y el pensamiento de Frantz Fanon (1925-1961) resuenan con una vigencia inquebrantable, ofreciendo lentes críticas para comprender y transformar las realidades de los pueblos colonizados. Nacido en la Martinica francesa, Fanon vivió en un contexto sociopolítico de profundas tensiones coloniales y luchas por la liberación que lo motivaron a trascender la teoría para abrazar la acción: la opresión sistémica, la violencia colonial y la deshumanización de los pueblos subyugados fueron los catalizadores que lo llevaron a tomar las armas en la Guerra de Independencia de Argelia, convencido de que la liberación plena requería una confrontación directa.
Sus motivaciones para pensar y desenmascarar el sistema colonial brotaron de su propia experiencia como psiquiatra y su profunda observación de los efectos psicológicos y sociales de la colonización. Fanon comprendió que el colonialismo no solo explotaba los recursos y la mano de obra, sino que también deformaba la psique del colonizado, internalizando la inferioridad y la alienación. Su obra cumbre, «Los condenados de la tierra» (1961), es un análisis magistral de la violencia colonial y descolonial, donde argumenta que la violencia del colonizado es una respuesta terapéutica y liberadora frente a la violencia estructural del colonizador. Previamente, en «Piel negra, máscaras blancas» (1952), exploró la alienación racial y la búsqueda de identidad del sujeto negro en un mundo dominado por los blancos.
La actualidad e interpelación de sus planteamientos decoloniales y descoloniales para los pueblos colonizados de esta época es notoria. En un mundo donde persisten nuevas formas de colonialismo (económico, cultural, mediático) y donde las heridas del pasado colonial aún sangran, el pensamiento de Fanon sigue siendo una brújula. Su llamado a la descolonización no se limita a la independencia política, sino que exige una transformación radical de las estructuras mentales, culturales y económicas heredadas del colonialismo. Nos interpela a reconocer la necesidad de una «descolonización del saber» y del ser, a confrontar la violencia sistémica y a resistir la internalización de paradigmas eurocéntricos. A 100 años de su nacimiento, la voz de Fanon nos sigue urgiendo a la acción y a la construcción de un futuro donde la dignidad y la autodeterminación sean realidades innegociables para todos los pueblos.