Ollantay Itzamná

#DiaMundialSinTabaco

Cada 31 de mayo, el mundo conmemora el Día Mundial Sin Tabaco, una fecha que nos invita a reflexionar sobre una planta con una historia compleja y contradictoria. En sus orígenes milenarios, el tabaco fue considerado por muchos pueblos aborígenes de Abya Yala  como una planta sagrada, utilizada con fines medicinales y en rituales ancestrales que buscaban la conexión con lo divino y la sanación del cuerpo y el espíritu. Era un elemento integrado en una cosmovisión que respetaba sus propiedades y limitaba su uso a contextos específicos.

Sin embargo, con la llegada de la modernidad y la expansión del capitalismo, esta percepción ancestral se desvaneció. El tabaco fue despojado de su aura ritual y medicinal para ser transformado en un producto de consumo masivo, una mercancía global. Esta transformación, impulsada por intereses económicos, lo convirtió en uno de los productos más letales de nuestra era. Hoy, las cifras son alarmantes: la Organización Mundial de la Salud estima que el consumo de tabaco ocasiona cerca de 6 millones de muertes cada año a nivel mundial. Una epidemia silenciosa alimentada por el exceso de venta y la adicción.

El impacto del tabaco no se limita a quienes deciden encender un cigarrillo. Esta droga, ahora legalizada y normalizada en muchas sociedades, afecta gravemente la salud y el bienestar de millones de personas que se convierten en fumadores pasivos. El humo de segunda mano contiene miles de sustancias químicas tóxicas y cancerígenas, exponiendo a niños, niñas, y adultos a enfermedades respiratorias, cardiovasculares y diversos tipos de cáncer, sin que hayan elegido consumir el producto.

Frente a esta realidad, el Día Mundial Sin Tabaco es más que una efeméride; es un llamado urgente a la acción. Es una invitación a cuestionar la cultura del tabaco que se ha normalizado y a tomar conciencia de sus devastadoras consecuencias. Superar la dependencia del tabaco es un desafío que a menudo se entrelaza con la gestión de la ansiedad y el estrés en un mundo acelerado. Es fundamental buscar y promover alternativas saludables para manejar estas emociones, rompiendo el ciclo de la adicción.

Abandonar la cultura del tabaco no es solo una decisión individual, sino un compromiso colectivo por la salud pública y el bienestar de las futuras generaciones. Es momento de priorizar la vida y recuperar el respeto por nuestro cuerpo y nuestro entorno, dejando atrás una sustancia que, lejos de sus usos ancestrales, hoy representa una amenaza evitable.

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