
Fue el Inca Pachacutec, en el siglo XV, quien habría instituido el Inti Raymi o Fiesta del Sol en el Incario, en el Solsticio de Invierno (21 de junio). Así lo registró Guamán Poma de Ayala en sus escritos. La finalidad de dicha celebración era restaurar la convivencia entre la comunidad humana y la divinidad Sol que en ese período del calendario solar se alejaba lo más lejos posible de la Tierra, dejando a ésta en la noche más oscura y fría del año. En ese contexto se hacían las ceremonias rituales y ofrendas al Sol clamando su retorno para que garantice el calor y la continuidad de la Vida.
En el Perú republicano, desde mediados del pasado siglo, algunos mestizos inquietos imaginaron lo que habría podido ser la fiesta del Inti Raymi y redactaron una obra teatral estilizada para dicha celebración, quitándole toda potencia ética, política y ecológica que constituía dicha celebración en el Incario.
Así, en las últimas décadas, bajo la euforia de la insaciable industria del turismo folclórico, la fiesta del Inti Raymi, cada 24 de junio (día del San Juan, en el colonial calendario grecoromano), se convierte en una danza folclórica teatral estilizada, castrada de su esencia ética ecológica y de integración política de los pueblos del Ande.
Para los pueblos de Abya Yala y del mundo, quienes, ante el fracaso del proyecto civilizatorio moderno, buscamos otros horizontes de convivencia equilibrada nos es urgente restaurar y/o resignificar el sentido integral y restauradora de nuestras celebraciones cósmicas. La fiesta del Inti Raymi no puede seguir siendo un vehículo de extractivismo cultural que afianza la condición de colonialidad de los pueblos aborígenes.