Ollantay Itzamná

Hoy, jueves, 17 de julio, la escalada de violencia en Gaza ha alcanzado un nuevo y devastador hito. El Estado sionista de Israel ha bombardeado la única Parroquia católica Sangrada Familia en Gaza, dejando un saldo de 4 muertos y 7 heridos, entre ellos el reconocido Sacerdote Gabriel Romanelli. Este ataque, que se suma a la ya insoportable cifra de más de 56,000 asesinados en Gaza, pone de manifiesto una verdad escalofriante: la brutalidad de este genocidio no solo se cierne sobre los musulmanes, sino que ahora también golpea a la comunidad cristiana.

Es crucial recordar las palabras de Netanyahu al inicio de esta barbarie: «Tengo 700 millones de cristianos evangélicos amigos que apoyan a Israel». Estas declaraciones no eran gratuitas. Se apoyaban en la Teología Dispensacionalista, una corriente que ha convencido a millones de evangélicos de que el Estado de Israel es un actor clave en la segunda venida de Jesús. Basados en esta creencia, han brindado un apoyo incondicional a las acciones de Israel, creyendo ciegamente en una supuesta «guerra santa» en nombre de Dios.

Sin embargo, la cruda realidad del genocidio que se está perpetrando en Gaza desgarra este velo de fe. Creyentes y no creyentes por igual estamos presenciando que esta locura no se limita a un conflicto contra el islam. La destrucción de la parroquia católica es una prueba irrefutable de que la furia sionista está decidida a arrasar con todo lo que encuentre a su paso, sin importar la fe o la afiliación religiosa.

Lo que se está gestando ante nuestros ojos es la imposición de una nueva y aterradora ideología/religión: el sionismo genocida. Una brutalidad que, llegado el momento, no dudará en imponer a la fuerza una única «religión verdadera global» que la humanidad aún no conoce, dejando a su paso solo lamentos y destrucción. Quizás entonces, sea demasiado tarde para lamentarse.

Es imperativo que la comunidad internacional se levante en una sola voz para denunciar y repudiar este genocidio sionista. La indiferencia ya no es una opción. Hoy, la mira está puesta en la única parroquia católica de Gaza. Mañana, podría ser la comunidad de los 700 millones de cristianos evangélicos y los más de mil millones de católicos en el mundo. La inacción nos convierte en cómplices. El momento de actuar es ahora.

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