Ollantay Itzamná

Cada 20 de julio, Honduras conmemora el Día Nacional de Lempira, honrando al valiente guerrero indígena que, en el siglo XVI, defendió su territorio frente al avance de la invasión española. Sin embargo, esta conmemoración, en el contexto actual, revela una profunda hipocresía política y una manipulación de la memoria ancestral indígena.

Es innegable que Lempira representa la resistencia y la dignidad de los pueblos originarios en lo que llamamosHonduras. Pero la narrativa oficial, que celebra su figura, contrasta duramente con la realidad que enfrentan los descendientes de esos pueblos hoy en día. Lejos de ser «ciudadanos plenos», los pueblos indígenas y campesinos en Honduras siguen sufriendo las consecuencias de un volonizador Estado republicano bicentenario que, en contubernio con empresas extractivistas, continúa invadiendo territorios y castigando a los pueblos.

El genocidio de la invasión no terminó con la supuesta independencia criolla. La invasión y colonización se ha transformado, adaptándose a las dinámicas del poder contemporáneo. Las comunidades indígenas organizadas, que luchan por sus derechos y la protección de sus territorios, son sistemáticamente criminalizadas y tratadas como «enemigos internos» por el mismo Estado que, paradójicamente, celebra la figura de Lempira. Esta dicotomía es inaceptable y expone la fragilidad de una democracia que, en esencia, sigue negando la plena autodeterminación y el bienestar de sus poblaciones originarias.

La celebración del Día de Lempira, si bien puede parecer un acto de reconocimiento, se convierte en un velo que busca ocultar la continuada opresión y aniquilación de las culturas y formas de vida indígenas. Mientras los megaproyectos extractivistas despojan a las comunidades de sus ecosistemas vitales y defensoras indígenas son perseguidos y asesinados impunemente, cualquier homenaje a Lempira carece de autenticidad.

La descolonización de los pueblos originarios en Honduras, al igual que en el resto de Abya Yala, aún está pendiente. No basta con recordar a los héroes del pasado; es imperativo garantizar la justicia, el respeto y la autonomía de los pueblos aborígenes en el presente.

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