Ollantay Itzamná

Juan López, defensor de la Madre Tierra y ferviente católico, fue trágicamente asesinado el 14 de septiembre de 2024 en Tocoa, Colón, Honduras, mientras salía de la Iglesia. López, había dedicado su existencia a la defensa de los territorios amenazados y violentados por la presencia criminal de empresas permitidos por el mismo Estado. Investigaba y denunciaba los actos de corrupción desde adentro del Estado porque era concejal municipal y estaba tras las evidencias de corrupción del Alcalde de Tocoa, Adán Funes, del partido Libre.

Su asesinato permanece sin imputación ni imputados, y la audiencia preliminar ha sido postergada por cuarta vez bajo el gobierno de Xiomara Castro. Las sospechas apuntan a figuras de alto rango, como el alcalde Funes de Tocoa, del partido oficialista, y Carlos Zelaya, cuñado de la presidenta, quienes han sido señalados como presuntos autores intelectuales. Esta demora judicial es vista como un intento del Estado para proteger a los responsables.

La vida de Juan López es un ejemplo de compromiso existencial que trasciende el activismo. Desde su profunda espiritualidad perseveró hasta el final, inmolándose como evidencia de que el Estado hondureño y el sector empresarial están permeadas por el crimen estrutural y estructurante.

Su martirio es una denuncia de un sistema diseñado para la impunidad, donde los crímenes contra los defensores de la Tierra quedan sin castigo. Especialmente si se trata de empresarios o corporaciones financieras, como los involucrados en el caso de la defensora Berta Cánceres.

El legado de López nos motiva a reflexionar sobre la necesidad de anclar nuestras luchas en la espiritualidad y la fe. Su vida nos enseña que la defensa de la Madre Tierra y los territorios no es solo una batalla política o social, sino también un acto de profundo compromiso espiritual. Es un llamado a las organizaciones, comunidades y familias en resistencia a fortalecer su identidad como parte de la Tierra, a encontrar en sus creencias la fuerza para enfrentar la guerra no declarada contra los defensores del ambiente y la parsimonia de un sistema judicial que retrasa el esclarecimiento de la verdad. Solo así podremos fortalecer y afirmar la defensa de la Madre Tierra como una apuesta perseverante en este mundo distópico.

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