
El 12 de octubre de 1492, nuestros abuelos y abuelas, en la actual Isla de Haití y República Dominicana, recibieron con hospitalidad a unos navieros europeos perdidos que buscaban la ruta a la India.
Aquellos navieros, cristianos blancos, bajo el mando de Cristóbal Colon, no sabían de la ética de la reciprocidad, mucho menos de hospitalidad. Estaban habitados, como sus ancestros y descendientes, por el hambre insaciable por el oro y la plata.
Así fue cómo aquella hostilidad, acrisolada como virtud en miles de años, fue defraudada, y se convirtió en el inicio de la catástrofe más descomunal para los pueblos de Abya Yala. El genocidio y despojo que siguieron, y que se “normalizó” contra los hospitalarios, ya es bastante conocido y escarmentado para los pueblos del Continente.
533 años han transcurrido del inicio de aquella catástrofe colonial. Pero también son 533 años de resistencias creativas en defensa de nuestros territorios para los pueblos de Abya Yala. 533 años que demuestran que la modernidad y la cristiandad por cuya causa se ejecutó y ejecuta el colonialismo en Abya Yala fue y es una falacia. Ahora más que nunca, ante la desnudez de la miseria de la modernidad colonial euronorteamericana, es urgente que la propuesta de Vida equilibrada que sostiene a los pueblos originarios siga siendo anunciada como propuesta ética para el mundo.