
Hoy, 3 de noviembre, al conmemorar el Día Internacional de las Regiones de Biósferas, establecido por la UNESCO, se nos presenta una oportunidad crucial para reflexionar sobre nuestro papel como custodios de la Madre Tierra y sus biósferas, pilares fundamentales de la vida. Las reservas de biósfera no son meras áreas protegidas; son modelos vivos que buscan armonizar la conservación de la biodiversidad y la cultura, el desarrollo sostenible y la investigación científica.
Guatemala, al igual que el continente de Abya Yala, es hogar de una inmensa riqueza natural que la población a menudo desconoce o subestima. Pertenecemos a esta gran biósfera, y el cuidado de estos espacios es esencial para frenar el cambio climático y asegurar la resiliencia de nuestras comunidades.
Detalles de la Reserva de la Biósfera Maya (RBM)
Un ejemplo trascendental de esta riqueza es la Reserva de la Biósfera Maya (RBM) en Petén, Guatemala, designada por la UNESCO en 1990.
Extensión y significado: Con más de 2.1 millones de hectáreas (aproximadamente una quinta parte del territorio nacional), la RBM es el área protegida más grande de Guatemala y la mayor superficie de bosque tropical que aún existe en Centroamérica.
Biodiversidad: Alberga una diversidad biológica extraordinaria, incluyendo el hábitat de especies icónicas como el jaguar, el tapir y la guacamaya roja. Posee el 34% de las plantas vasculares, el 43% de los anfibios y el 64% de los mamíferos de Guatemala.
Riqueza Cultural: La RBM no solo resguarda la naturaleza, sino también un invaluable patrimonio cultural, pues en ella se encuentran numerosas y antiguas ciudades mayas interconectadas, como El Mirador, Tikal y Nakbé, que datan del período preclásico de esta civilización.
Llamado a la acción
A pesar de su importancia, la RBM enfrenta amenazas críticas, incluyendo incendios forestales, tala y cacería ilegal, y problemas vinculados al narcotráfico y la ganadería ilegal.
Conocer y valorar la Biósfera Maya y otras regiones de biósfera en nuestro territorio es el primer paso para su protección. Es un llamado a la conciencia colectiva para impulsar un buen vivir que respete y se integre con la Madre Tierra, reconociendo que la salud de la biósfera es, intrínsecamente, nuestra propia salud y la de las generaciones futuras.