Ollantay Itzamná

La Batalla de Ayacucho, librada el 9 de diciembre de 1824 en la Pampa de la Quinua, Perú, es celebrada en la historia oficial como el evento que selló la independencia criolla de la dominación española en el continente, poniendo fin al Virreinato del Perú y consolidando la soberanía de las nuevas repúblicas de Abya Yala (América). Fue, sin duda, un hito militar decisivo, liderado irónicamente por el militar venezolano Antonio José de Sucre, actuando bajo las órdenes de Simón Bolívar.

Un Amanecer Incompleto: La Perspectiva Indígena
Sin embargo, una mirada crítica a este acontecimiento revela una realidad mucho más compleja y dolorosa, especialmente para los pueblos aborígenes. Si bien la batalla representó el fin del colonialismo español, para las comunidades originarias, la «independencia» fue más una transición de amo que una verdadera liberación. Lejos de amanecer la independencia, se inició un periodo de colonialismo interno republicano que se extiende por dos siglos.

Continuidad Estructural: Las estructuras de poder, la explotación de la tierra y la mano de obra, y la discriminación sistémica, heredadas del Virreinato, fueron en gran medida mantenidas y profundizadas por las élites criollas que tomaron el control.

Exclusión Política: La independencia no significó la inclusión de los pueblos originarios en la toma de decisiones. Sus derechos territoriales y culturales fueron ignorados, y se les impusieron sistemas de tributación y servicio (como el enganche) bajo las nuevas repúblicas, perpetuando su marginalización.

La Causa Criolla: La lucha independentista fue, fundamentalmente, la causa de una élite criolla deseosa de controlar su propio destino económico y político, no necesariamente la causa de la liberación de todos los habitantes del continente de la estructura colonial.

El Contrasentido Histórico: Venezuela Hoy
La ironía de Ayacucho se agudiza al observar el destino del país que aportó uno de sus más grandes próceres: Venezuela. A dos siglos de la gesta emancipadora, Venezuela es un ejemplo de cómo los ideales de soberanía y autodeterminación del «Libertador» son puestos a prueba.
Hoy, Venezuela es asediada y castigada por el imperio norteamericano a través de sanciones económicas y presiones políticas, enfrentando este desafío con una casi nula solidaridad continental. Este escenario contrasta fuertemente con el espíritu de unidad que impulsó la Campaña del Sur y la Batalla de Ayacucho, demostrando que la fraternidad bolivariana y la independencia real son proyectos inacabados y frágiles.

El Imperativo de la Segunda y Definitiva Independencia
En conclusión, la Batalla de Ayacucho es un símbolo dual: el triunfo de una independencia formal para las élites y el inicio de una nueva forma de opresión para los pueblos originarios.
Hoy, Perú y todo el continente requieren, más que nunca, continuar con su proceso de independencia incondicional. La lucha ya no es solo contra la monarquía, sino contra la dominación colonial euronorteamericana en sus nuevas formas: el control financiero, la dependencia tecnológica, la injerencia política, y la explotación de recursos bajo modelos neoliberales. La verdadera gesta de Ayacucho, la que busca la soberanía plena y la inclusión de todos los pueblos, sigue siendo una tarea pendiente y urgente para el siglo XXI.

 

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