El libro del Génesis narra el primer homicidio maldecido por Dios, cuyo presagio persigue hasta hoy la «convivencia» entre el campo y la ciudad. Caín (sedentario, padre de las civilizaciones urbanas), asesino de su hermano Abel (padre de nómadas campesinos), derramó sangre inocente en el campo que Dios prometió vengarlo condenando a aquel y a su descendencia a la diáspora (alejamiento de la Tierra) y a la incertidumbre (zozobra) eterna.
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